¿Cuándo hemos vendido nuestras aceras a los bares y restaurantes?, ¿han consultado a los ciudadanos o simplemente estamos ante una invasión?, ¿cómo están actuando los ayuntamientos al respecto?
Hace tiempo que observo que hay una práctica tremendamente invasiva en nuestras ciudades por parte de la hostelería. En realidad, el uso de las terrazas es algo que llevamos haciendo desde hace mucho tiempo, nos encanta y lo demandamos, y por eso, se ha convertido en una tendencia que no deja de crecer.
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Es este espacio de consumo responsable voy a hablar del desmesurado crecimiento de las terrazas de bares y restaurantes que invaden nuestras calles.
Cada día podemos ver cómo crece la oferta de las terrazas en grandes y pequeñas ciudades, de asentamientos perpetuos de los establecimientos de restauración que colonizan las aceras allá dónde hay turismo o simplemente consumidores (algo que suele coincidir sobre todo en las grandes ciudades). Es tal su explosión que han invadido las aceras dejando en un segundo plano la necesidad de circular de los peatones y en mucho casos la calidad del servicio.
Problemas de accesibilidad en las ciudades
Caminar por las aceras de nuestras ciudades cada vez es más complicado entre las obras, la masificación y la invasión del espacio público. No puedo imaginar lo difícil que tiene que ser desplazarse, especialmente para personas ciegas o con baja visión, padres y madres con carritos, personas mayores o simplemente gente con algún tipo de problema de movilidad.
Puede que muchos no hayamos padecido ninguna limitación sensorial o motriz hasta el momento, pero por desgracia nuestros cuerpos se deterioran y enferman, y en algún momento de nuestras vidas tendremos que sufrir estas limitaciones.
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Tenemos el deber de proteger ciertos derechos mínimos y eso no está haciendo en la actualidad cuando las aceras están siendo invadidas por las terrazas de los bares.
No sé cómo estamos permitiendo que las aceras se estén convirtiendo en campos de minas. Se supone que hemos de favorecer la accesibilidad, no dificultarla por el interés de ciertos negocios.
La actividad hostelera está limitando la necesidad que tenemos, simplemente, de caminar por la calle. Cualquier rincón vale, por absurdo que pueda parecer para poner mesas y sillas y servir consumiciones. No se tiene en cuenta si se obstaculiza el paso, o si se invaden zonas que deberían usarse para permitir el transito. En muchos casos las mesas y sillas están sucias y el servicio puede llegar a ser lamentable por ser totalmente insuficiente.
No son casos aislados, hay un claro abuso del espacio público por parte de la hostelería
El problema no es que los hosteleros quieran hacer negocio, ya que eso es comprensible. Yo también trabajo para poder vivir. El problema es que en el afán de ganar dinero, como suele ocurrir, dejamos de lado nuestros propios derechos y necesidades. Es decir, que las personas quedan en segundo plano.
Parece prevalecer la máxima consistente en que pongamos por delante primero el dinero y después a las personas, una constante de la tendencia consumista actual que es la verdadera religión que une y organiza a los seres humanos.
¿Somos conscientes de que hay un problema con el abuso de la explotación de las terrazas?
Para solucionar un problema es necesario identificarlo primero. Me preocupa el hecho de no pensar en las consecuencias de la explotación de las terrazas sin criterio por parte de los empresarios y autoridades. Me pregunto si las administraciones no han visto este problema y si piensan hacer algo al respecto. La realidad que veo, es que este problema va cada vez a más.
Vivo en el centro de Madrid, dónde el terracismo hace casi imposible circular por algunas calles. La invasión de las terrazas a llegado y cada vez va a peor.
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Como consumidores también debemos reflexionar sobre este asunto y por lo menos ser conscientes de lo que está ocurriendo ya que esconder la cabeza como los avestruces no nos va a resolver el problema. Los consumidores somos parte del problema y de la solución, así que por lo que nos toca, debemos ser conscientes de la problemática.
Llegado a esta conclusión empecé a fijarme en los excesos de la práctica del terracismo en el centro de Madrid (que es donde vivo) y he ido documentando esta práctica para demostraros que no soy un paranoico y que esto es un serio problema. Avanza cada vez más rápido y desgraciadamente como no hagamos algo esta práctica nos hará sufrir un cierto tipo de infarto urbano.
Pensemos que para abrir un bar o restaurante se requieren licencias y lo mismo, supongo para poner terrazas. Lo que ocurre es que parece que se dan licencias con demasiada alegría sin aplicar criterios lógicos como pueda ser, en un principio, algo tan obvio como estudiar si hay sitio suficiente para ese tipo de explotación en el lugar propuesto.
La eclosión de las terrazas tiene que ver con el grado de desarrollo de la ciudad en cuestión como destino turístico. Esto está claro. Pero en general lo que alimenta este fenómeno es que hay muchos establecimientos de reducidas dimensiones que han visto con el terracismo un modo de expandirse sin tener que hacer obras.
Consumir en el exterior es un reclamo atractivo y a la gente nos gusta aprovechar el buen tiempo. Es un contexto agradable en el que pasar un rato con los amigos o la familia, al aire libre. Consumir en las terrazas es algo así como el «botellón» bien visto de los que pueden pagarlo, pero vaya, que si lo pensamos, no deja ser lo mismo: beber en la calle (no todo el mundo bebe alcohol, claro, hablo de lo general).
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Cuando se consume en una terraza hay consecuencias:
- En una terraza se puede fumar, aunque haya menores cerca (mientras no esté dicho espacio cerrado) por lo que se normaliza el consumo de tabaco, algo que nos ha hecho mucho daño a los que hemos crecido rodeados de humo.
- Frecuentemente hayá donde haya una terraza hay un lugar lleno de colillas.
- Volvemos al hecho de que nos tenemos que convertir en fumadores pasivos nos guste o no. Mi opinión es que no se debería permitir fumar en espacios públicos.
- No todo el mundo respeta las paz de los vecinos y hay veces que una terraza es una fuente de ruidos. No por el establecimiento en sí, sino por los clientes y por el trasiego (sillas arrastrándose, conversaciones animadas por el alcohol, música, partidos de fúlbol en grandes televisiones…)
- En una terraza también se bebe alcohol y lo bebemos delante de menores, por lo que estamos normalizando su consumo.
- Muchas terrazas están en zonas infantiles por lo que la normalización del consumo de tabaco y alcohol se hace extensiva a las inmediaciones y no sólo a la zona de la terraza.
- El servicio que dan los hosteleros en la terraza debería ser de calidad dentro y fuera del establecimiento pero eso es imposible si se explota una terraza con 40 mesas y el restaurante es un local diminuto donde no caben más de 4 mesas.
- Puede que la terraza sea un obstáculo real al tránsito de personas, sobre todo para las que tengan problemas de movilidad o sensoriales.
- Cuando consumimos estamos apoyando y financiando la actividad de ese establecimiento así que tenemos cierta responsabilidad en ser críticos.
¿Qué futuro nos espera en las grandes ciudades?
La sociedad capitalista en la que todos participamos no es capaz de protegernos de nosotros mismos, es más, no nos tiene en cuenta y se está cavando su propia tumba.
Las grandes ciudades son campos de pruebas donde empiezan a surgir síntomas de unas malas prácticas que los consumidores provocamos. El exceso de las terrazas en uno de ellos.
Parece que en un futuro próximo, las ciudades y la calidad de vida, sobre todo en las zonas del centro, no será todo lo buena que esperamos. Es un futuro poco alentador esperar tener una experiencia vital positiva en una gran ciudad por las siguientes razones (entre muchas otras que me dejo en el tintero).
- la creciente contaminación y los problemas de tráfico
- el negacionismo y servilismo de los poderes públicos con el sector hostelero y turístico
- la inconsciencia y la falta de ética de los consumidores
- los hábitos empresariales anacrónicos que hacen que haya flujos masificados de empleados en determinadas franjas horarias
- el turismo desbocado arrasando la vida vecinal y expulsando a los ciudadanos a las afueras
- el precio del alquiler por las nubes y su escasa protección
- casas de apuestas que surgen como setas en los barrios más humildes
- explosión sin control de la explotación de terrazas
- invasión de dispositivos de movilidad ligeros
- falta de civismo
- oferta de hábitos poco saludables
Con estos mimbres miro al futuro y creo que mi vida no podrá ser todo lo plena que quiero viviendo como lo hago, en las afueras del centro. Este lugar no estará hecho para vivirlo sino para visitarlo como un turista más. Me fastidia mucho porque a mi me gusta vivir donde vivo, pero he de reconocer que dentro de un tiempo no creo que piense lo mismo.
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No obstante, viva donde viva, las buenas y malas prácticas, los problemas y los vicios avanzarán en gran medida hacia cualquier lugar donde haya demanda y consumo descontrolado.
Somos nuestro peores enemigos. Veremos carreteras colapsadas por grandes centros comerciales, o estadios, gente peregrinando en masa al trabajo a la misma hora, o simplemente lugares saturados de coches sistemáticamente por falta de planificación.
Qué opciones tenemos para mejorar la convivencia en las ciudades y en general.
Quizás sea un tanto arriesgado decir que la solución a un gran número de problemas que planteo en el «Responsable Consumo» ya sea; el terracismo, los pisos turísticos o los atascos, seamos nosotros mismos y cargar la culpa a los consumidores porque evidentemente hay mucha parte de responsabilidad en los poderes públicos.
Creo que las personas de a pie, son las que pueden hacer más y de modo ágil por cambiar las tendencias más perjudiciales porque somos los que las financiamos las buenas y malas tendencias.
Lo que puede dar capacidad para combatir las consecuencias de las estupideces que cometemos y evitarlas o prevenirlas de algún modo es la educación.
Si desde pequeños asumimos valores y tomamos conciencia, lo normal es que tengamos el criterio suficiente de adultos para no cometer barbaridades.
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La solución a los problemas a través de la educación no es infalible, somos seres humanos, pero si somos educados en la conciencia ecológica, alimenticia, económica… en valores realmente importantes, ¿porqué nos vamos a dedicar a seguir atentando contra nosotros mismos y los demás?.
Te recomiendo el capítulo 8 del podcasts del responsable consumo sobre Joan Antoni Melé
La gran estupidez del tabaquismo empezó cuando educábamos a la sociedad para ser fumadores.
Supongamos que educamos a nuestros hijos haciendo ver que el tabaco es nocivo, que no se puede fumar en los espacios públicos y que por ley ese hábito no se promocionara de ningún modo por ningún medio por estar prohibida su publicidad.
Quizás alguien fumaría pese a la educación antitabajo, claro, pero estoy convencido de que bajaría radicalmente el consumo con todos los beneficios que nos reportaría a la sociedad.
Sin embargo seguimos ensalzando ese hábito aunque lo disfracemos de «vaping» o de otras estafas. Si quieres puedes comprobar a tu alrededor cómo las empresas tabacaleras no han tirado la toalla y están a tope reinventando el negocio.
En este punto, me planteo posibles soluciones. ¿Cómo combato ese mal hábito?. Yo he tenido que reeducarme primero porque sí, he sido fumador. Ahora predico con el ejemplo y educo a mi hijo explicando la gran mentira y estafa que supone consumir tabaco o aspirar vapores. Le tendré que educar y ser consecuente (algo que no puede faltar a la hora de educar) pero claro, para eso necesito salir de Matrix y liberarme yo primero.
Esto que comento se puede aplicar igualmente al alcohol o a los alimentos ultraprocesados, por supuesto, pero a ver quién es el valiente en este país donde tanto arraiga la dieta mediterránea, que no beba alcohol, no fume y que coma de modo saludable para educar a sus hijos fuera de la gran mentira en la que nos han metido la insdustria. Es por lo que digo que tenemos que reeducarnos lo primero, nosotros mismos, los consumidores.
Ésta es la gran piedra filosofal, la educación. El problema del terracismo, por ejemplo, no es diferente al que planteo en este ejemplo (yo he sido educado en la cultura del alcohol y tabaco).
No podemos seguir apoyando ciertas prácticas empresariales a ciegas, debemos tener criterio aunque no haya por el momento leyes limitantes, para rechazar ciertas prácticas.
Educar es sembrar un futuro esperanzador. En muchos casos reeducar primero a los que educan, algo que puede ser un poco difícil ya que los humanos somos especialistas en engañarnos y justificar cualquier tipo de barbaridad.
Antes de sentarte en una terraza, piensa un poco si merece la pena.
Este problema del «terracismo» como lo he llamado yo o lo que es lo mismo: la sobre explotación del fenómeno de las terrazas, empieza a ser algo frecuente allá donde hay turismo y demanda.
¿Quiénes nos sentamos en las terrazas a consumir?. En mi caso, pese a estar sensibilizado con este problema e incluso a dedicar tiempo a pensar sobre él, soy alguien que en cierta manera participa activamente en fomentar esta práctica. Lo confieso: a mi también me gusta consumir en en el exterior.
Soy culpable, lo confieso. En este punto, y siendo muy realista, al menos me he propuesto hacer un poco de resistencia para combatir lo que para mi son excesos y motivos de terracismo (atentar contra la integridad de los peatones e impedir el tránsito por las aceras).
Cuando voy a sentarme en una terraza intento hacer algo que deberían hacer los ayuntamientos a la hora de dar licencias de terrazas para detectar «el terracismo» : evaluar el lugar dónde se explota la el negocio.
Si detecto algo que me chirría, simplemente no me siento o bien, me levanto si no me siento bien atendido.
Estos son los aspectos que valoro (lo cual puede tener algún que otro coste social)
- Una terraza debe estar en un lugar que no perjudique a los peatones o a los vecinos.
- El negocio debe velar por el respeto del entorno que explota y limitar el número de mesas a explotar.
- Se deben respetar las nortivas vigentes, horarios y restricciones.
- Las sanciones y multas deberían ser proporcionales al volumen de la infracción ya que saltarse las normas sale a cuenta en muchas ocasiones.
- Los clientes deben reclamar siempre que haya motivo.
- El servicio debe ser de calidad. El hostelero no debería permitir que un camarero sirva a 40 mesas. Tiene que haber personal suficiente para atender.
- Las mesas y sillas deben estar limpias ya que muchas veces se almacenan en el exterior y suelen estar muy expuestas a excrementos de aves, insectos y suciedad en general del ambiente.
- Si percibes que hay un excesos en una terraza, evita apoyar su actividad y no consumas ahí.
- Yo personalmente no permitiría los asentamientos permamentes de terrazas. ¿Cuándo hemos vendido los ciudadanos nuestas aceras a los hosteleros?. Soy testigo de auténticos atentados contra árboles y mobiliario urbano. He visto como unos operadores recortaban el tronco de un árbol para poder encajar una de estas estructuras permamentes.
- Una terraza no debería instalarse en aceras estrechas. Si te das un paseo por Madrid verás auténticos abusos.
- No te fies de las mega-terrazas y fíjate en las dimensiones del salón y la cocina. Un establecimiento de hostelería tiene capacidad para servir a un aforo determinado. No entiendo cómo puede ser posible que haya lugares que puedan pasar de un aforo de 20 personas en el interior a otro de 100 o más en la terraza. ¿Cómo puede ser posible esto? En mi barrio hay un lugares de este tipo y se da porque hay mucha demanda y el hostelero sólo piensa en el dinero. Tiene tanto trabajo que ni hacen reservas y te tratan como si se tratase de ganado. Su producto es bueno, pero sinceramente, su atención es lamentable, y por tanto, yo no consumo en ese establecimiento.
- Infórmate de los precios antes de consumir, en algunos sitios, con la excusa de tener terraza, te atracan a mano armada y encima te dan las bebidas calientes.
- Un terraza no es un fumadero, no debería ser un lugar para fumar por el mero hecho de estar en el exterior. Los menores y las personas que deciden no fumar, no deberían estar expuestos al humo en espacios públicos.
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